Bogota hasta donde llega la vista

De ciudades pequeñas, gente y Bogotá

La ciudad desde lo alto suena como el mar, se escucha como una ola que nunca rompe con la costa, solo agarra más y más fuerza,y desde los 3200 m.s.n.m. del Cerro Monserrate se ve la gran extensión de Bogotá, ciudad que llega hasta donde alcanza la vista. Desde los cerros orientales se dibuja la cuadrícula de la ciudad, la Plaza de Bolívar se ve a lo lejos, los autos se mueven despacio y las personas son casi imperceptibles.

Se escucha vibrar el concreto y el asfalto, el anuncio del tinto, perico, canelazo y aromática, el transmilenio llegando a las estaciones y yéndose. 

El primer día que llegamos no conseguimos transporte por las aplicaciones que teniamos instaladas en nuestros teléfonos, ocupabamos un número de celular colombiano y acceso a la red local a la cual no podiamos conectarnos, así que David y yo tomamos un taxi para llegar a nuestro lugar de estadía dentro de la ciudad. Eran las 7 casi 8 de la noche, todo se movía, era la hora pico en una ciudad con 7.9 millones de habitantes, parecían las 4 de la tarde porque todo estaba lleno de actividad, locales abiertos, comida en cada esquina y la gente intentando llegar a sus hogares o bien ya habian llegado y querían disfrutar de una noche de martes de febrero.

Abrumadora sensación viniendo de alguien acostumbrado a vivir en un país pequeño, y una capital que a cierta hora de la noche ya ve sus calles vacías, eso tanto en la ciudad como fuera de ella, y es que claro la Gran Área Metropolitana de Costa Rica corresponde a 4 distintas provincias de un total de 7, solo este área con 2 millones 200 mil personas dispersas en un área relativamente extensa, el país completo es de poco mas de 5 millones de personas.

Vista desde uno de los taxis

Al día siguiente nos dirigimos a las afueras del Museo del Oro y no calculamos el tiempo correcto que durariamos desde nuestra ubicacion a 19km de distancia del centro histórico. Casi una hora de viaje en el taxi de un señor que se llamaba Luis el cual casi no hablaba ni escuchaba, quizás entendía nuestra condición de extranjeros desubicados, y no le importaba mucho.

Durante el viaje se veía el mismo movimiento de las personas de un lado a otro de la noche anterior y una infraestructura vial ideada para una población de la magnitud que tiene y las paredes de muchas construcciones de ladrillo y concreto marcadas por las mano y voces de situaciones que se viven a diario, enojo contra el estado y sus formas de lidiar con su propia realidad que nos es ajena pero nos cuenta una historia, viva y presente de lucha en las paredes, “Somos lxs nietxs de Gaitán” grita uno de los murales que vemos al pasar., vemos más, en cada rincón, en cada pared.

Dentro del Transmilenio

Autopistas y viaductos

Los cambios en las calles y los múltiples carriles, giros, autopistas y viaductos, vemos desde la ventana el Transmilenio con sus tres vagones unidos por un acordeón moverse rápido por las calles destinadas exclusivamente para este fin. Algunos de estos saliéndose de sus carriles mezclandose en las calles para autos y llevando gente alrededor de la ciudad, haciendo cambios y avanzando a la par de nosotros mientras nos quedamos atascados en el tránsito de un transporte privado en una presa o un trancón como le dicen acá. 

La figura de Simón Bolívar está presente por los lugares que atravesamos, las calles nos hacen pasar por el Parque Metropolitano nombrado por la misma figura, y los edificios empiezan hacerse cada vez más grandes a medida que nos adentramos en la parte oriental de la ciudad, cada vez más arquitectura pensada para grandes poblaciones, grandes capitales e historias extensas. Los estilos cambian, se empieza a ver neoclásico y art deco de una ciudad que se creó a si misma durante muchos años. Estábamos ya tarde para el tour, la información decía que empezaba a las 10 de la mañana, pero no se movería del punto de encuentro hasta las 10:10 a.m. Pasamos por la biblioteca nacional y una pequeña plaza al lado derecho, para nosotros nada tenía nombre aun, solo eran un conjunto de confusas direcciones y referencias que apenas estabamos conociendo. 

Luis, paró su taxi en una calle llena de edificios combinados entre lo moderno y lo principios del siglo xx, vemos varios grupos de turistas angloamericanos o europeos a lo lejos, allí estaba a la izquierda de aquella calle lateral el Museo del Oro o al menos su parte trasera, nosotros no sabíamos hacia donde dirigirnos. Pagamos los COP 25000 que nos costó ese viaje en taxi; cerca de unos USD 6,6; y corrimos hasta llegar a donde estaban los grupos.

Banco de la República

Ninguno de los grupos hablaba español y su guía, un chico con un chaleco rojo nos indicó que el nuestro en español seguía en la entrada del Museo, en el Parque Santander. Ahí nos unimos a un pequeño grupo de latinos de varios paises del sur que estaban escuchando a una chica de gorra y sueter rojo que sería nuestra guía, luego se presentaría así misma con el nombre de Luz quien nos enseñaría la historia de la ciudad y varios sitios por los cuales podríamos ubicarnos.

Ya estabamos más tranquilos, ya habiamos llegado, era hora de ser espectadores de aquello que no conociamos, el origen de la ciudad, la fundacion española, el grito de independencia, el florero de llorente, De Quesada, Santander, Nariño y Bolívar, el asesinato de Gaitán y el Bogotazo, los desplazamientos y las multiples historias que han creado la identidad de una ciudad y un país que es muchísimo más grande, increíble, y complejo que la información, noticias y series  que salen sobre este. Colorido por su gente y su comida en cada esquina, la música no falta en ningún sitio y nuevamente su gente que nos invita a seguir conociendo esta ciudad por un rato más.

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